El ascenso más reciente que había recibido representaba más trabajo del que supuse en un primer momento, horas más largas, fechas limite más cercanas y más y más juntas con los presidentes de mi compañía y otras tantas más; tendría que acostumbrarme a ser un hombre frío y calculador si quería lograr sacar adelante este trabajo. Claro que tenía también sus ventajas: Una casa en Río pagada por la empresa a la cual podríamos mudarnos a partir de la siguiente semana, carros ultimo modelo totalmente equipados año con año y escuelas pagadas para mis dos hijos. Todo esto lo pensaba mientras manejaba por última vez de la oficina de provincia a casa, "la próxima vez que viaje de la oficina a la casa estaré en Rió y seré vicepresidente" repare orgulloso, me podría despedir del auto y de viajar siempre con medio tanque de gasolina, todo seria nuevo y estaría lleno,
quizá hasta mi esposa dejaría de prestar tanta atención a las
telenovelas y platicaría ahora más conmigo y sus hijos. Mientras todo esto pasaba por mi mente alcance a ver a lo lejos a una
jevencita sin camisa
corriendo sobre la calle, no
pude conciliar esa imagen en mi cabeza,
descubrí después que era perseguida por un hombre de unos cuarenta y tantos años. Pensé si
debía bajarme del carro a ayudar a la joven, no, con mi
condición física no
lograría nada, ¿llamar a la
policía? para cuando lleguen ella ya
estaría muerta, solo quedaba una
opción, tomar la justicia en mis propias manos: acelere, el viejo motor de mi auto
rugió fuertemente, todo quedo en silencio unos momentos, estaba seguro de lo que
haría a
continuación, imagine como
sucedería, paso por paso: la joven
estaría unos tres metros adelante de el hombre, yo que ahora me encuentro a 100 metros
llegaría a ellos en 6 segundos,
golpearía al hombre y
frenaría mientras giraba el volante para evitar golpear a la joven, ella no se
detendría pues el
pánico la
invadía y no
podía arriesgarse más, eso me
daría tiempo de regresar con calma y terminar el trabajo. De pronto el silencio se
convirtió en gritos, ruido, huesos
quebrándose, chocando contra el pavimento, siendo aplastados por
una llanta, por otra, el hombre estaba muerto pero yo no
había frenado ni girado el volante, no
veía ala joven por ningún sitio, entre en pánico y me
dirigí a casa
rápidamente, mientras manejaba
pensé nuevamente en el ascenso, me
salvaría la vida, el lunes
estaría en Río, teniendo un día pesado entre papeles y clientes, nadie
sospecharía de mi en este pueblo; pero si
quería mantener mi trabajo y permanecer en Río
tendría que convertirme en un hombre
frió y calculador, esto no
podría repetirse nunca más, la
próxima vez
tendría que ser perfecta.
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Ejercicio sobre los cuentos de
Rubén Fonseca "Paseo nocturno 1" y "Paseo nocturno 2"